domingo, 15 de agosto de 2010

Donde la palabra no llega

Es preciso, urgente, besarnos cuanto antes, abrazarnos cuanto antes. Mirarnos real y profundamente a los ojos. Escuchar lo que decimos. Tender nuestra mano. Compenetrarnos con la vida del otro. Esto no pretende tener un sentido romántico, ni sentimental, ni sexual. De todo eso ya conocemos. Lejos, muy lejos de eso es preciso abrazarnos para dejar de hablar de abrazos, es preciso besarnos para dejar de hablar de besos. Porque ni la palabra ¨beso¨ es el Beso ni la palabra ¨abrazo¨ es el Abrazo. Así como decir ¨te amo no es Amar. La palabra no es Eso y Eso no es la palabra. La palabra es pensamiento y el pensamiento no es sagrado. El Amor si lo es. La palabra amor no es Amor.
De todo esto no conocemos, porque sin conocimiento no hay pensamiento, sin pensamiento no hay palabras y sin palabras nos sentimos desamparados. Porque allí el silencio repleto de todo los sonidos lo ocupa todo y nos muestra todo tal cual Es. Porque sin pensamiento esta lo desconocido y tememos no conocer. Por eso vivimos en la rutina, por eso cultivamos la rutina, por miedo. Por eso nuestra vida es limitada y vamos experiencia tras experiencia buscando algo que nos renueve, pero esas experiencias son limitadas porque vamos en busca de ellas con el ancla en el pasado, con el ancla en lo conocido, con el ancla en el miedo. Y cuando esas experiencias nos aburren buscamos otras y siempre cambiamos de escenario, pero la película siempre vuelve al mismo punto. Porque nosotros no hemos realmente cambiado. Mientras exista el ancla del miedo no puede haber Amor. Mientras haya miedo no puede existir una verdadera relación, un verdadero aprender. Porque para que nazca lo nuevo debe morir lo viejo, para incorporar lo nuevo hay que desechar lo viejo. Si estamos llenos de lo viejo lo nuevo no puede ingresar. Que el pensamiento, la memoria cumplan su función práctica en la vida pero que no limiten nuestra vida. La vida no tiene limites, el pensamiento si. La vida no es bella, la Vida es Belleza, pero para conocerla es necesario salir de los viejos surcos, porque la vida no es pasado, la vida es ahora. Y para salir de esos surcos es necesario prestar atención ya que es muy fácil volver a caer en viejos patrones. Y prestando atención con todas nuestras energías, intención, mente corazón observamos realmente. Observar realmente, es observar sin justificar, racionalizar o condenar nuestros pensamientos, nuestras reacciones, nuestros sentimientos y así ellos nos cuenta nuestra propia historia. En ese darse cuenta, donde lo observado y el observador son lo mismo surge una comprensión silenciosa que culmina con todo conflicto interno. A este nivel ya no es posible seguir hablando ya que entramos en una dimensión donde a palabra no llega.